domingo, 20 de abril de 2008

Telerrealidad musical


La telerrealidad ha llegado también al mundo de la música. Programas como Operación Triunfo, Factor X o Tienes Talento son alguno de los ejemplos que podemos ver hoy en nuestra televisión. Directivos de Cuatro definen el intrigante factor "X" como "la capacidad de transmitir emoción y el resorte para conmover a la audiencia" a la vez que hablan , según ellos, de la personalidad propia de su concurso y de las posibilidades de estos nuevos formatos como una forma idónea de acercar la música a los jóvenes y al público generalista. Pero en realidad… ¿ ese es su verdadero fin?
Si hablamos de números podemos decir que los “realities” musicales están triunfando en nuestro país, y que ello conlleva que el espectador medio escuche más música. Sin embargo, habría que pararse a pensar si el hecho de ser bombardeado televisivamente por el mismo tipo de música, que casualmente luego funciona como los grandes “hits” del momento en bares y discotecas, es bueno y educa el oído de quien la escucha, como defienden algunos creadores de estos formatos. En principio, parece más de lo mismo. Un nuevo mecanismo publicitario para potenciar a un artista concreto, que ya tendrá mediante el programa un público asegurado, sin correr grandes riesgos, ya que su rentabilidad comercial puede estimarse gracias al apoyo obtenido por parte del público en el tiempo de duración del concurso y por su posterior capacidad de adaptación comercial.
Algunos de estos programas han intentado vender una imagen de “mesías” musical. Tal y como mencionaba entre sus principios el citado Factor X buscaba la singularidad del artista y de su música, lo que podría entenderse como una oportunidad para todos aquellos géneros musicales a los que nunca, o casi nunca, se les ha brindado la ventaja de llegar al gran público a través de un medio tan potente como es la televisión. La idea sonaba bien, desde luego, pero resultó ser pura fantasía, o directamente una mentira. La organización se traicionó a sí misma con los temas seleccionados que hicieron cantar a sus participantes, haciéndolos parecerse cada vez más a unos nuevos triunfitos , que competían directamente en la calle con los mismísimos concursantes de O.T. (Programa del que ya se saben todos sus males). Y por si quedara alguna duda, una vez finalizado el concurso, no hay más que escuchar los discos de las ganadoras: María y Angy. La primera intenta salvarse del apelativo de “comercial” introduciendo el violoncello en la mayoría de sus canciones y exhibiéndolo constantemente en sus viodeclips. Sin embargo, lo que en sus inicios pretendía acercarse a la música de grandes artistas como Marisa, acabó convirtiéndose en un nuevo producto musical manufacturado con pequeños ecos del género que intentaba defender. En cuanto al disco de Angy, cantante y ahora también actriz, lo suyo fue un estudiado lanzamiento comercial aprovechanso su “look” diferente, en contraste con la música simple y anodina de su primer álbum.
Afortunadamente, no todos los gatos son pardos, y algunos, fuera de que finalmente lo hayan conseguido o no, han intentado ser un vínculo real entre el arte desconocido y el espectador medio. Me refiero a Tienes Talento, programa que hace unos días decidió quién era, supuestamente, la persona con más talento de su primera edición. A la final llegaron, como es costumbre en esta clase de concursos, participantes que habían sido votados por los televidentes, tras una previa selección del jurado del programa. En la gala se pudieron ver, en general ,buenas actuaciones, aunque fueron concretamente dos las que, a mi parecer, cumplieron la labor social mencionada con la música. Guillermo Pastrana, que demostró ser uno de los mejores violoncellistas de España del momento, consiguió que su cello resonara con fuerza en una televisión nacional y llegara a los oídos de de un amplio público que se rindió ante los encantos de su interpretación a través de uno de los instrumentos de cuerda más envolventes. Pero sin duda, la actuación más sorprendente, y la que seguramente agradecerán gran parte del os músicos de nuestro país, fue la de Pedro Saxo. Este joven, al que se le puede llamar virtuoso del saxofón, mostró sus cualidades como músico y también como compositor, ofreciendo una pieza contemporánea donde se entremezclaban los sonidos habituales de su instrumento con otros creados a partir de él y en la que se podían escuchar, al tiempo, hasta tres voces distintas. Una obra maestra, y nunca mejor dicho, que no resultó ganadora del concurso, como era de esperar cuando decide el gran público, pero que dio una lección de lo que es un gran artista, adelantado incluso a su tiempo, y de lo que un verdadero músico puede ofrecer a su público a través de una magistral interpretación de una imaginativa composición propia.
Seguramente nos queda mucho más por ver en esto de la llamada telerrealidad musical. Sólo queda esperar que si los programas no pretenden educar, al menos el público que los vea sea capaz de distinguir aquello que le están vendiendo de la verdadera buena música.

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